jueves, 8 de marzo de 2012

Museo rural etnográfico de Luarca.

Sorprendente museo privado, colecciones más que interesantes, lastima de la falta de espacio. Descripción, fotografías y dos vídeos del mismo.

San Martín, a 1,800 kilómetros de Luarca, capital del municipio asturiano de Valdés, recoge en una de sus casas un museo rural etnográfico privado, que para sí quisieran muchos municipios, consorcios y mancomunidades, y que pone en valor el trabajo altruista de una persona entusiasta de su pueblo y de las tradiciones del mismo. Esta persona es Ramón Fernández López, propietario a su vez de la casa rural Los Glayus, en el mismo edificio que el museo, dos pequeñas casas unidas del siglo XVIII y XIX, que forman el conjunto sobre una finca de 15.000 metros cuadrados.









Aunque lo había visto señalizado en cada ocasión que voy a visitar a sus vecinos Jardines de la Fonte Baixa, nunca reparé que el mismo pudiese tener tantas piezas y fuese de tal interés. Una consulta a la oficina de turismo del municipio abrió mi interés por el mismo, y a él acudimos un grupo de 34 personas después de visitar, una vez más, los Jardines.
La inauguración del museo oficialmente fue el 6 de abril de 2004, pero realmente Ramón comenzó su colección muchos años antes, y la idea de crear el museo le surgió en 1984. Por aquellas fechas él era el presidente de la Banda de música de Luarca, y a él acudió su amigo Pepe el Ferreiru, para que fuesen a dar un concierto a Grandas de Salime. Se iba a inaugurar el Museo etnográfico de Grandas de Salime, y el entrañable Pepe, su fundador, director y alma mater hasta hace un par de años, quería contar con la Banda en tan señalado día. De vuelta de aquél concierto, Ramón tenía claro que quería algo así para su Luarca querida.
Conocedor como pocos de su municipio, este polifacético valdesano, no se cansa de recorrer pueblos, visitar casas, acudir a mercadillos, rastros y a cualquier sitio dónde pueda adquirir alguna pieza más, para enriquecer su “pequeño tesoro”. En la actualidad el museo cuenta con más de 9000 piezas, según sus palabras, de entre 50 y 200 años de antigüedad y hace unos meses ha enriquecido el mismo con la inauguración de un molino, en el que recrea este viejo oficio. De todas las piezas, sólo un 2 % son donaciones, el resto son propiedad de Ramón.
La visita está dividida en dos partes. Por un lado está el museo en sí que está dividido en diferentes espacios y áreas, aunque difíciles de distinguir por el escaso espacio del que dispone y por otra, su nueva adquisición el molino de San Justo.
En la entrada del museo se encuentran piezas de maquinaría e instrumentos agrarios, utilizadas hasta no hace mucho, con un tipismo digno de valorar, y que nuestro anfitrión no duda en mostrarnos su funcionamiento,  junto a ellas cuenta con una buena colección de bicicletas de todos los tiempos.









En el patio se pueden ver carros del país de diferentes tipos e instrumentos de labranza, desde dónde se accede a la casa museo, no sin antes ver elementos de una fragua, y en una caseta anexa un pequeño llagar de sidra, que aún está en funcionamiento. Un hórreo forma parte también de este conjunto.








En la casa, de pequeñas dimensiones, se puede decir que no entra una pieza más, de un oficio y otro, más antiguas o algo más modernas, piezas únicas o genéricas, de madera, metal u otros materiales, su visión es todo un espectáculo, lástima de que no disponga de más espacio para que las piezas luzcan como se merecen.
La cocina centenaria es a lo primero que se accede, extraordinaria en sí cuenta con todos los elementos de la misma, incluido un horno, que funciona perfectamente, y con una pieza por mi desconocida, que me ha fascinado de nombre “pregarcia” en el que se encendía el fuego y servía de base para las potas que se subían y bajaban con las aquí denominadas “gamalleira”.  La pregarcia sustituye al llar o char de otras zonas del Principado, y la gamalleira es la calamillera o torzanos de otros lugares, aunque también cuenta con la trebede y sartén utilizados en los llares.








Junto a ella está lo que se utilizaba antiguamente como lavadora de ropa, hablamos de una pieza de cestería, en la que había que ir poniendo capas de ropa y de la ceniza residual que quedaba en la pregarcia, allí se mantenía durante 12 horas, y se bajaba a aclarar al río.









En la cocina se pueden apreciar útiles domésticos de todo tipo, material y uso, siendo posible ver piezas antiquísimas con igual uso y distinto material.
La carpintería, cestería y la madreñería es otro departamento espacio, en ella junto a una gran colección de  herramientas necesarias para trabajar la madera en sus distintos apartados, se muestran una amplía variedad de piezas fruto de ese trabajo.









La tienda bar es el siguiente espacio que el visitante se encuentra, en ella no falta la típica barra con su estantería detrás, cargada de productos típicos de los años 50. En ella hay una buena colección de lecheras y otras piezas que sirvieron de recipientes para otos líquidos y maquinas de diferente uso de expedición y domestico.










Piezas de fragua, una masera preciosa de Folgueirón (Valdés) piezas varias de vajilla, una gran variedad de potas, cazos y similares, comparten sitio con candiles, lámparas, máquinas de coser, cepillos varios y otras muchas piezas, antes de llegar al dormitorio.
En la rustica cama, los velos expuestos de la mujer campesina, llaman nuestra atención, y es que es función de los encajes, este pertenecía a una soltera, casada o viuda; encima de ellos una escopeta y un cuadro de la Virgen en peculiar compañía.









Precioso el mueble lavabo, así como el telar con sus útiles y husos. La vajilla de fiesta, amplia exposición de vasos y copas, más lámparas y relojes se agolpan en el escaso espacio disponible que quiere asemejar el comedor. Piezas y elementos de calzado rural, muestra de útiles para animales y otras muchas de diferente uso y aplicación nos obligan a estar muy atentos para no perdernos nada.










Visitada la casa y el patio, hay que desplazarse unos 200 metros y descender en dirección al pequeño riachuelo, a cuya vera una pequeña quintana asturiana, alberga el molín de San Justo. Adquirido recientemente, y aún pendiente de inaugurar, era una de las ilusiones de Ramón que ha visto cumplidas.








El molino hidráulico funciona perfectamente, cuenta con dos molinos centenarios y con una minicentral eléctrica simbólica, con su polea, que genera electricidad. En al estancia se puede venir cuadros temáticos y piezas y herramientas de pesaje y utilizadas en esta profesión perdida en el Principado. Estando en funcionamiento, incluso alguno aprovecho para afilar la navaya.









Enfrente un edificio y una nave más moderna alberga distintos usos. En uno de ellos, está instalado el taller de reparación y mantenimiento, lleno de piezas y aparatos, que solo una mano experta, como la de su dueño, puede controlar.
Otra estancia recoge diferentes tipos de carruajes sin motor, para personas, destacando uno centenario de viajeros con el rótulo de Luarca. Ellos comparten espacio con más maquinaria agrícola y otra diversa.










En el edificio una sala está dedicada a máquinas de trabajo de oficina, máquinas de escribir, registradoras, de pesaje, de coser, calculadoras, sumadoras de todos los tipos y tiempos, comparten espacio con molinillos y útiles varios.
Un apartado especial merece la relojería, muebles, mesas y estantes, recogen todo lo necesario para otro oficio en extinción, no creo que falta nada de herramientas y útiles para ejercer el mismo, que parece ser en su momento fue propiedad de la relojería platería J. González de Luarca. La misma se complementa con una exposición de relojes, cámaras fotográficas y gafas.










El último espacio temático, revive una escuela rural, con los bonitos pupitres dobles de madera, la mesa del maestro, el encerado y la estantería de libros, no falta el crucifijo y los cuadros de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera, encima de la mesa del profesor. 








Estupendo museo, significativo de las costumbres y tradiciones rurales, con una aplicación didáctica total y con el único “pero” ya mencionado, del espacio disponible, que se queda muy pequeño para toda la muestra. Ramón no recibe ningún tipo de ayuda pública para el mismo, curiosa paradoja cuando a lo largo y ancho de nuestro Principado hay en estos momentos cerca de 20 museos y centros de interpretación realizados con fondos públicos cerrados y muchos de ellos sin contenido que albergar.
El acceso al mismo se realiza cogiendo la salida de la N-634, a la altura del kilómetro 538, en dirección a El Chano y luego continuar hacía la cercana aldea de San Martín. El teléfono de contacto y el correo electrónico son: 985-640-342 e info@losglayus.com   no cuenta con un horario estanco de apertura y cierre y para grupos el donativo suele ser de 2 € persona.
Muchas gracias a Ramón Fernández, a su esposa Celia y a su hijo Ramón, por las atenciones cursadas en la visita, y por las extensas explicaciones que nos han realizado.









MÁS INFORMACIÓN.
Vídeo del museo rural etnográfico. Casa y patio.








Vídeo del museo rural etnográfico. Molín y resto instalaciones.










“Todo parece más encantador cuando lo vemos a distancia, y las cosas toman un relieve singular cuando se observan en la cámara oscura del recuerdo”. Gautier, Théophile (1811-72) escritor francés.

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