martes, 11 de enero de 2011

El Lazarillo de Tormes. Anónimo.

“El Lazarillo de Tormes”.  Autor: Anónimo.
Bruguera, S.A. 1º Edición “Obras Inmortales” Marzo de 1974. Barcelona. 213 páginas.
Una de las grandes obras clásicas de la literatura española, nunca esta de más releer este tipo de obras.

LA VIDA DEL LAZARILLO DE TORMES Y DE SUS FORTUNAS Y ADVERSIDADES

TRATADO PRIMERO. CUENTA LAZARO SU VIDA Y CUYO HIJO FUE.
Lázaro de Tormes, era hijo de Tomé Gonçales y de Antonia Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca, y su sobrenombre le viene de haber nacido en una azeña (molino harinero de agua) del río Tormes, dónde sus padres trabajaban y dónde le parió su madre.
Su padre fue hecho preso por robar en las sacas que molían y fue enviado como encargado de mulas de carga de un caballero en la guerra contra los moros, dónde falleció. Con su madre se fue para Salamanca, al enviudar esta, dónde alquilo una casa y vivían de lo que sacaba de dar de comer a estudiantes y lavar ropa de mozos de caballos del Comendador de la Magdalena.
Su madre convivía con un hombre negro, de nombre Zaide, que cuidaba las bestias del Comendador, y aunque a él al principio no le gustaba, lo acepto ya que aportaba comida y leña al hogar. Tuvo un hermano negro, que tenía miedo a su padre por su color. Para criar a su nuevo hijo robaba lo que podía a su señor, cuando se probaron sus robos, fue azotado al igual que su madre, al que prohibieron dar morada. Esta tuvo que ir a servir al Mesón La Solana, dónde con mucho sacrificio pudo criar a su hermano y a él, aunque este ayudaba en tareas de trabajo.
En ese tiempo se hospedo en el mesón un ciego, que viendo al mozo se lo pidió a su madre, que se lo cedió rogando lo cuidase al ser huérfano. El ciego lo tomo como un hijo, y así fue como Lázaro comenzó a servir y guiar su nuevo y viejo amo. Estuvieron unos días en Salamanca, pero como las ganancias del ciego eran mínimas decidió irse de la ciudad, despidiéndose el hijo de la madre con gran pesar.
A la salida de la ciudad, el ciego le propició el primer golpe, un manotazo en la cabeza que le hizo ir contra la de un toro, no de un animal vivo sino de un monumento que ahí a la salida de la ciudad, cuando le mando escuchar detrás del mismo. El dolor del golpe le duro tres días y el ciego le dio su primer lección: “el moço de un ciego debe de tener un punto de saber más que el diablo”, lo que le hizo despertar de su calidad de niño.
Pronto le enseño ”jerigonza” , la jerga de los maleantes, a la vez que le indicó que el “oro ni plata no le iba a dar, pero avisos para vivir sí le mostraría”, y así fue como comenzó a adiestrarle en la carrera de vivir. El ciego vivía de sus oraciones en las iglesias, de oraciones para muchos y diversos efectos, para mujeres que no parían, para las que estaban de parto, para las malcasadas, echaba pronósticos sobre su futuro y les daba fórmulas con hierbas. Todo esto hacía que siempre estuviese rodeado de mujeres que creían lo que les decía, lo que le reportaba grandes cantidades de dinero.
Pero igual que era de listo el ciego, lo era de avariento y mezquino, que traía a su mozo muerto de hambre, tanto que sino fuera por sus ocurrencias para apañárselas para comer, de hambre hubiera muerto. El ciego guardaba la comida en una gran fardel (saco) con cierre y llave, contando y recontando lo que metía y sacaba, Lázaro conseguía aplacar el hambre robándole la comida descosiendo el saco, sacando la comida y volviéndola a coser.
Todo lo que le podía robar traía en medias blancas (moneda de aquellos tiempos) y cuando la gente le mandaba rezar, al darle la moneda –normalmente una blanca- Lázaro estaba presto para recogerla y darle a su amo media blanca, ante el enfado de aquél que no paraba de maldecir que anteriormente a estar con él siempre le daban blancas y ahora le daban medias blancas.
En las comidas el mozo intentaba beber vino de la jarra, pero el ciego lo noto y luego nunca soltaba la jarra, Lázaro tuvo que diseñar una paja larga de centeno y por ella chupaba el vino sin que su amo se diese cuenta. Pero el ciego algo sospechaba y al poco no solo tenía la jarra consigo, sino que la tapaba con una mano, acabando con el invento.
Como se había acostumbrado al vino, diseño un nuevo invento, le hizo un agujero en la base de la jarra y la tapó con cera. Por las noches manifestando tener frío se metía entre las piernas del hombre, con el calor la cera se deshacía y el vino caía en la boca de Lázaro que lo estaba esperando. Así al querer beber el ciego nada tenía, pero este dio con el invento y uno de los días, sin esperarlo el mozo, cuando el vino caía un gran golpe le dio en la cara con la jarra, rompiendo esta en pedazos y marchando con los dientes del ayudante. Desde aquél día este comenzó a odiarlo, a pesar de que le quería, le cuidaba y alimentaba.
El ciego por su parte aprovecho esto para echarlo en cara ante la gente, que en algún momento le recriminaba el trato con el mozo. Lázaro para vengarse lo metía siempre por los peores caminos, a pesar de los golpes que recibía en la cabeza con el bastón, y negaba hacerlo con malicia.
El ciego era muy astuto y Lázaro cuenta como al salir de Salamanca en dirección a Toledo, se pararon en Almorox, dónde un vendimiador les obsequió con uvas. Al no poder meterlas en el fardel al estar muy maduras, decidió hacer un banquete y compartirlo con su mozo con la condición de comer una uva de cada vez cada uno; el ciego enseguida comió de dos en dos y al contravenir la regla su amo, él las empezó a comer de tres en tres. Al acabar el racimo el ciego le recriminó que había comido de tres en tres, ya que el las comía de dos en dos y no protesto.
En otro pueblo, en Escalona, en la casa de un zapatero, que había muchas sogas y cuerdas se fueron a la vez, que le decía que aquello era mal tema, y que por el camino que iba igual algún día una soga acabaría con su vida. En un mesón dónde había cuernos para amarrar a las bestias, le indico que los cuernos alguna mala comida y cena le darían. Todo se lo explicaba mientras se trataban de tío y sobrino.
En un mesón se disponían a comer una longaniza, cuando le mando a por vino, antes de irse le cambió la longaniza por un nabo y al volver el ciego estaba muy enfadado al notar el cambio, Lázaro quiso escabullirse alegando que él había ido a buscar el vino, pero el ciego se defendió diciendo que nunca soltó el asador, lo cogió y se puso a olerlo, le abrió la boca y le metió tanto su nariz, que hizo que vomitase todo y con ello la longaniza. Comenzó a darle golpes y al oír los gritos en su auxilio vino la gente, el ciego a todos contaba sus travesuras y sus maldades que reaccionaban con rías dejándolo una más en evidencia, así como una vez más con vino le lavaron las heridas, el ciego alegaba que gastaba tanto en vino para curar sus heridas, que casi le debía a el la vida.
En muchas ocasiones en su vida, Lázaro se acordó de todos los consejos que le dio, tal parecía que tenía espíritu de profecía, al cumplirse muchas cosas de las que le hablo.
En una ocasión que comenzó a llover mucho, el ciego le mando que tirasen para la posada, viendo Lázaro ocasión de vengarse, le metió por una zona del río que en teoría llevaba menos agua, pero en realidad no había tal río y cuando al ciego mando saltar para salvar el río, se dio un golpe tremendo contra un poste de piedra. Lázaro le preguntó como había olido tan bien la longaniza y tan mal el poste, abandonándolo con la gente que acudió en su ayuda, marchándose él de la ciudad a Torrijos en busca de una nueva vida.

TRATADO SEGUNDO. COMO LAZARO SE ASSENTO CON UN CLERIGO Y DE LAS COSAS QUE CON EL PASSO.
No creyéndose seguro en Torrijos, se fue a otro pueblo Maqueda, dónde un clérigo al que fue a pedir limosna, lo adopto como su ayudante, al haberle enseñado el ciego las cuestiones de la misa. El cambio fue para peor, si uno era avaro, este tenía encerrado en él toda la miseria.
En la casa apenas había de comer, y en un arca grande y bajo llave guardaba el bodigo (panes o ostias de la iglesia) y de allí los sacaba y metía pero siempre contándolos. El clérigo bien que comía pero a su ayudante solo le daba los restos y encima le hacía ver lo agraciado que era al recibirla.
Al cabo de estar tres semanas con él, Lázaro creyó morir de hambre y comenzó a agudizar el ingenio, como en las misas de la concha no podía robarle ninguna blanca, ya que las contaba, mataba el hambre en los entierros a los que acudían dando toda la cuenta que podía de la comida que en ellos ponían, sino fuera por eso en los seis meses que fue su ayudante no hubiera logrado sobrevivir.
Un día que su amo estaba fuera de casa a él llego un calderero y el mozo le pidió que le hiciera una llave para el arca, ya que la había perdido y su amo le castigaría. El hombre se la hizo y le pago con una parte de los panes que en ella estaban, él también cogió una parte. El clérigo los hecho en falta, pero como los tenía bien guardados y contados no pudo demostrar nada, pero si le dijo los que le quedaban.
Lázaro volvió a arreglárselas y al estar el arca viejo y con agujeros, desmigo los panes como si hubiesen sido los ratones; su amo así lo creyó, le dio a comer lo que creía que habían roído los ratones y comenzó a reparar el arca y a ponerles trampas con queso, el mozo no solo comía panes sino también trozos de queso. El clérigo ya no sabía como combatirlos, la gente le hablo que en su momento en la casa hubo una culebra, y a ella le echo la culpa de los hurtos.
Removía toda la casa en busca del reptil , y dormía con un gran palo por si la oía, Lázaro con la llave en la boca para que no la encontrara, lo que al final le causaría un gran disgusto. Uno de los días al dormir con la boca abierta el aire que expulsaba al pasar por la llave hacía el ruido del silbar de la culebra, el clérigo en oscuras allí se dirigió y lanzo un duro golpe con el garrote a dónde el silbato salía, dando al mozo en toda su cabeza y dejándolo sin sentido tres días, descubriendo el agresor la llave, que puesta en el arca la abría. Al despertar las vecinas le quitaron las cataplasmas de la cabeza, mientras reían las andanzas del mozo contadas por su dueño, para vergüenza de él. Al día siguiente lo puso en la calle diciéndole a la vez que se santiguaba que él no necesitaba tan diligente servidor.

TRATADO TERCERO. COMO LAZARO SE ASSENTO CON UN ESCUDERO Y DE LO QUE LE ACAECIO CON EL.
Y así fue como fue a parar a la insigne ciudad de Toledo, dónde al cabo de quince días sus heridas sanaron viviendo de limosnas, mientras la gente le llamaban bellaco y vago y le mandaban buscar un amo. Y de puerta en puerta comenzó a ir hasta que en la calle dio con un escudero que lo acogió como su mozo. A la iglesia acudieron y después de recorrer todo el día la ciudad, acabaron en una casa con entrada oscura y casi sin muebles, que era su vivienda.
Allí se intereso sobre su vida con mil preguntas, pero no había señales de comida, le hizo que había desayunado fuerte y que no iba a cenar, ante lo que Lázaro saco unos panes que tenía en reserva, pero para su sorpresa su nuevo amo se comió uno; estaba claro que no tenía que comer. Cuando lo acabaron, le enseño a hacer la cama, una de sus obligaciones y se acostaron, maldiciendo el mozo su suerte.
Al día siguiente le enseño orgulloso su espada y le hizo una pequeña demostración de su uso. Luego se marchó como un gran caballero dejando al mozo el encargo de hacer la cama, coger agua y cuidar la casa. Este no solo hizo, sino curiosear y ver las escasas propiedades de su nuevo señor, descubriendo que era tan pobre como él, aunque las apariencias fueran las de un señor.
Para la comida el mozo se las ingeniaba como podía y a pesar de que la ciudad no daba la caridad, alguna buena mujer le ayudaba, y él preparaba con ello lo que podía para comer amo y mozo, aunque él amor nunca reconocía no haber comido. Y así pasaron ocho o diez días, hasta que el Ayuntamiento prohibió a los extranjeros mendigar, acabando así con su sustento.
Para sorpresa de Lázaro, uno de los días el amo le dio dinero para comprar comida y bebida, aquello era excepcional, y marcho corriendo a hacer el encargo. En el camino se encontró con el entierro de un hombre y escucho a su mujer gritar:
“Marido y señor mío ¿A dónde os llevan? ¡A la casa triste y desdichada, a la casa lóbrega y oscura, a la casa dónde nunca comen ni beben!.
Lázaro dio media vuelta y a todo correr llego a la casa a dar las nuevas a su señor, a la vez que cerrada bien la puerta, estaba convencido de que llevaban al muerto a su casa. El escudero se moría de la risa y enseguida le animo a volver a hacer el encargo. Comieron a gusto pero el susto a él no se le quito en tres días.
Así era la nueva vida con su tercer amo, uno de los días que habían comido el escudero le comento que él era extranjero en Toledo, que procedía de Castilla La Vieja dónde tenía propiedades y que de allí había salido para no tener problemas con un caballero vecino suyo, llego a Toledo en busca de una nueva vida pero hasta la fecha no la encontró. En ello estaban cuando a la casa llego un hombre y una mujer, uno reclamaba el cobro del alquiler de la casa y la otra de la cama, a ambos, la deuda era importante y a ambos mando volver a la tarde, él iría a vender unas cosas y les pagaría, ir se fue más no volvió.
Los propietarios a la tarde volvieron y el mozo explicó la situación, en la noche al tener miedo unas vecinas le dieron cobijo y con ellas paso la noche. Al día siguiente volvieron con el alguacil y reclamaban la muchacho los bienes del amo, pensando que él se los había quedado, explico lo que sabía de su procedencia las vecinas lo defendieron diciendo que ellas lo alimentaban y que dormía con su amo, de forma que lo dejaron en libertad, estando libre pero solo una vez más.

TRATADO CUARTO. COMO LAZARO SE ASSENTO CON UN FRAILE DE LA MERCED Y DE LO QUE LE ACAECIO CON EL.
Buscó un cuarto amo, y fue un fraile de la Merced al que las mujercillas vecinas le encaminaron al ser pariente suyo. Era enemigo del coro y de comer en el convento, amigo de estar fuera y hacer negocios seglares, así como de caminar todo el día, con él rompió más zapatos que el resto de su vida. Solo estuvo con él ocho días por eso y por otras cosas que no cuenta de él cuando le abandono.

TRATATO QUINTO. COMO LAZARO SE ASSENTO CON UN BULDERO Y DE LAS COSAS QUE CON EL PASSO.
En el quinto por mi ventura di, que fue un buldero, el más desenvuelto y desvergonzado, y el mayor echador de bulas que jamás yo vi ni ver espero, ni pienso nadie vio, porque tenia y buscaba modos y maneras y muy sutiles intervenciones.
Antes de comenzar con las bulas regalaba a los clérigos o curas alguna cosa para poder allanar el camino, y cambia de estrategia en función del público que le escuchaba, aprovechando cuando alguien no lo sabía para dar largos discursos en latín.
Cuando en algún pueblo no conseguía colocar las bulas, se las ingeniaba para ofender al pueblo y conseguir su objetivo. Lázaro narra lo ocurrido en el pueblo de la Sagra de Toledo, en el que después de jugar una partida de cartas con el alguacil del pueblo comenzaron a discutir hasta llegar a las armas, la gene se congrego con el ruido consiguiendo separarles. Al día siguiente el buldero convoco a la gente a la iglesia y al poco de comenzar su discurso, el alguacil hizo acto de presencia, volviéndole a llamar mentiroso y falsario y a denunciar que le había ofrecido la mitad de las ganancias de lo que obtuviesen con las bulas. El otro de rodillas en el púlpito rogó a Dios que tomara partido, que si él era el mentiroso que la Iglesia se derrumbara y si lo era el alguacil que viera la forma de castigar su maldad. Al acabar el alguacil comenzó a tener espasmos pro todo el cuerpo llegando casi a la muerte, los lugareños le pidieron que intermediara y él mando a todos rezar con él ya que solo de Dios dependía levantar el castigo al difamador, este se recupero cuando le puso la bula en la cabeza, y a partir de aquél momento nadie de los presentes dejo de tomar la bula.
Aquello corrió por los alrededores del pueblo, y en los diez o doce siguientes no fue necesario acudir a la iglesia, ya que los habitantes corrían a la posada a recibirla sin sermones ni explicaciones. Lázaro supo del acuerdo que su amo tuvo con el alguacil, pero palabra no dijo.
En otra ocasión camino de La Mancha, en otro pueblo, cuyos habitantes tanto estaban predispuestos a tomar la bula, empleo el engaño de poner una cruz encima de la lumbre sin que nadie –nada más que Lázaro- lo viere, cuando esta estaba lo suficientemente caliente, la fue acercando a los lugareños, empezando por el alcalde, que al quemarle la cara hablo de milagro, así como al resto, hasta que el burlero se dio por satisfecho. Le pidieron la cruz milagrosa, y ante su negativa se la cambiaron por otra muy pesada antigua de plata, realizando un cambio muy beneficioso para él. Su amo le obligo a hacer juramento de no descubrir el engaño.
Y con aquél quinto amo pasa cuatro meses, tiempo en el que también paso bastantes fatigas.

TRATADO SEXTO. COMO LAZARO SE ASSENTO CON UN CAPELLAN Y CON LO QUE EL PASO.
Después de aquello se asentó con un maestro de pintar panderos con los que sufrió mil males.
Siendo ya mozuelo, una vez que entro en la Iglesia mayor, un capellán lo tomo como suyo, y le puso un asno, cuatro cantaros y comenzó a vender agua por la ciudad. Ese fue el primer escalón que subió en su vida puesto que no pasaba necesidades, al ganar ya su propio dinero.
Le fue también en los cuatro años que con el capellán estuvo que sus ahorros le permitieron comprar ropa digna y una espada, y viéndose en esa situación le devolvió el asno y se despidió ya que no quería seguir más en aquél oficio.

TRATADO SEPTIMO. COMO LAZARO SE ASSENTO CON UN ALGUACIL Y DE LO QUE LE ACAECIO CON EL.
Después se asentó con un alguacil, pero duro muy poco al considerarlo muy peligroso, sobre todo después de que unos huidos de la justicia a pedradas los corrieron, dando mal trato a su amo y escapándose él.
Y pensando en asentar su vida, con la ayuda de varios amigos y señores consiguió poner fin a sus años de penuria, consiguiendo un oficio real. Y de esta forma vive, teniendo el cargo de pregonar los vinos que en la ciudad de Toledo se vender, así como pregonar otras cosas, como las acusaciones que a hombres realizan.
Uno de los días que pregonero las fechorías de uno que iban a ahorcar, se acordó de las enseñanzas del ciego, que tan útiles le fueron, arrepintiéndose del trato que a aquél le dio.
Tanta fama tomo como pregonero, que los que vendían vino sin ser pregonados por él, ya contaban no hacer buen negocio. Uno de sus clientes, el arcipreste de San Salvador, al que le vendía sus vinos, lo caso con una criada suya. El matrimonio no solo fue bueno, sino que además consiguió los favores del arcipreste que siempre le manda regalos en las épocas pertinentes, incluso le hizo alquilar una casa cercana a la de él, dónde los domingos comían juntos.
Pronto la gente hablaba mal de su mujer, ya que entraba y salía de la casa del arcipreste tanto de día como de noche, como si de su misma casa se tratase. Incluso le dijeron que antes de casarse tres veces había quedado embarazada del arcipreste. Él se acordaba de la lección del ciego sobre los cuernos, pero por nada quería cambiar su vida que también le iba, no solo negó ante el arcipreste las dudas sobre la relación con su mujer, sino que la alababa y defendía ante sus amigos, a los que les prohibió que le dijeran algo sobre la misma, al ser lo que más en el mundo amaba.
Acaba haciendo mención a aquellos hechos acontecían el mismo año que el emperador victorioso entró en Toledo, teniendo en ella las Cortes, realizándose en ella grandes fiestas, como el lector recordara.

NOTAS.
1.- Del libro no se conoce autor, ni fecha de realización, por el párrafo de despedida, el emperador victorioso se refiere a la victoria en Pavia y a la primera vez que se celebraron cortes en Toledo, que fue en 1525. Aunque también hay estudiosos que opinan que la fecha fue la de 1538, que fue la segunda ocasión en la que se celebraron Cortes en la ciudad.
2.- LAS BULAS. Son concesiones de gracia o privilegios, y pueden ser de muy diferentes tipos. Los suelen promulgar la iglesia o los emperadores.

"La necesidad, según se dice, es maestra en utilizar el ingenio". Miguel de Cervantes (1547-1616) escritor español.

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