lunes, 31 de enero de 2011

La anchoa del Cántabrico.

Artículo sobre la situación de la pesca de la Anchoa del Cantábrico.
Publicada por la Revista Anclas en su número 3 de diciembre de 2009

Malos tiempos corren para los amantes de la gastronomía, para los pescadores y para las industrias conserveras artesanales, y aunque parezca extraño no es por la conocida crisis económica que nos toca vivir en este final de década. No, en esta ocasión la tan mentada, temida y real crisis no afecta a lo que me voy a referir.
La ANCHOA ese manjar gastronómico en mayúscula esta en período de extinción, se venía avisando desde hace tiempo que degustarla se iba a convertir en un lujo poder hacerlo y por desgracia vamos camino de ello, al paso que vamos se va a convertir en una auténtica reliquia, en algo de lo que podremos hablar a las generaciones futuras, pero cuyo disfrute lo van a tener bastante difícil.
La anchoa forma parte de la familia de los Engraulidae, es un pez, al igual que los boquerones, bocartes o anchovetas, y que me perdonen por mi atrevimiento al discrepar de ellos los académicos de la Real Academia Española de la Lengua que la definen en su diccionario como “boquerón curado en salmuera con parte de su sangre”. Hay diferentes especies reconocidas, la cantábrica-atlántica-mediterránea (Engraulis encrasicholus) las americanas (Engraulis anchoita y Engraulis rigens) y las asiáticas (Engrulis japónicas) y todas basan su alimentación en el filtro del plancton a medida de su avance en las aguas. Por este motivo se dice que la anchoa cantábrica o atlántica es la de mejor calidad culinaria al tener unos nutrientes más ricos por desarrollarse en aguas más oxigenadas.
Sin embargo esta última en la actualidad, que es la que nos atañe muy directamente, esta pasando por momentos muy difíciles. Bien por la sobreexplotación pesquera, por la pesca pirata, por la contaminación de los mares o por procesos biológicos desconocidos, la triste realidad es el número de ejemplares ha disminuido drásticamente y ello ha motivado su veda por las autoridades europeas de la materia.
Cuando este artículo vea la luz la Comisión Europea ya habrá emitido un veredicto sobre si se levanta la veda o continúa un semestre más en base a la campaña científica de evaluación de la biomasa en el Golfo de Vizcaya, el 9 de octubre se tomara la decisión final. Una decisión esperada con ansiedad por parte no solo de los pescadores (principales afectados) sino también por otros sectores involucrados y por consumidores deseosos de poder degustar de nuevo manjar tan exquisito, y esto no es baladí ya que son cuatro años de veda de la especie. Expectación por tanto por ver si el dictamen científico señala que la biomasa de anchoa es superior a las 24.000 toneladas, cantidad minima que las autoridades de Bruselas consideran para poder permitir su pesca y sobre todo esperanza de que la recomendación realizada en julio pasado de no permitir su pesca hasta al menos julio del 2010 no sea una realidad.
Sin embargo lo más grave de estos cuatro años la veda total es que los resultados no se acaban de ver, la especie no se recupera, los ejemplares no desovan y nadie es capaz de explicar científicamente las causas que lo producen.
Gran verdad es que los denominados ciclos no es cuestionable si nos atenemos a los números, la evolución histórica de la pesca en el caladero del Golfo de Vizcaya pone de manifiesto los altibajos de las capturas realizadas. El nivel de biomasa mínimo que se va a exigir es superior a los datos de captura de la década de los cuarenta, que tuvo una media de 18.000 toneladas, pero claramente inferior a la de los sesenta, en la que las capturas oscilaron entre las 83.000 y 23.000 toneladas, para tener a partir de los años setenta unas capturas cada vez más inferiores, aunque con algunas alegrías intermedias. Por desgracia lejos quedan los gloriosos años sesenta con su capturas, y para los nostálgicos el glorioso cinco de abril del sesenta cuando en el puerto de Santoña –auténtica referencia del sector- solo eses día se rularon 1.500 toneladas de la especie.
Otro dato fehaciente de la existencia de los ciclos es si nos atenemos a la historia. La anchoa en semiconserva en aceite de oliva en España se la debemos a los italianos, que arribaron a nuestro litoral norteño sobre 1880 en busca de un producto que comenzaba a escasear en sus costas sicilianas y genovesas principalmente y no les permitía poder mantener unas elaboraciones muy demandadas por sus compatriotas y desconocidas en nuestro litoral. Documentalmente se fija en el año 1883, la fecha en que Giovanni Vela Scalioto comenzó a elaborar en su Santoña de adopción, este manjar en aceite de oliva ante la carestía de la mantequilla que restaba rentabilidad a su elaboración. También a este ilustre siciliano se le debe la construcción en Santoña de la primera fábrica dedicada exclusivamente a esta elaboración en 1910.
Púes bien de nuevo nos encontramos en situación similar, pero en este caso en nuestras costas, la anchoa no se puede pescar legalmente aunque se muera en el mar –cabe que recordar que su ciclo de vida es de tres años- y a nuestros artesanos anchoeros no les queda otro remedio que acudir a mercados internacionales para obtener la materia prima a manipular. Gracias a su profesionalidad y a sus elaboraciones magistrales diferenciar el producto final del obtenido en nuestro mar es tarea ardua y difícil hasta para los más expertos en la materia. Mal lo tenemos los pescadores, conserveros y amantes de la gastronomía a no ser que la evolución histórica se revierta y las especies pelágicas tan fluctuantes vuelvan a ser abundantes.
Económicamente el sector nota directamente las consecuencias de todo ello, en el noroeste español son más de 200 embarcaciones dedicadas a la pesca de la anchoa y que en la actualidad reciben la compensación económica del parón biológico obligado y solo el complemento de la pesca del bonito hace que todavía aún se mantengan. En Asturias dependen del sector pesquero 1.500 familias, pero quedan solamente siete embarcaciones que faenan en el golfo de Vizcaya en la pesca de la anchoa, cuatro con base en Avilés, dos en Lastres y una en Luarca. Y se cuentan con los dedos de las manos las empresas conserveras que manipulan este producto...
Igual de lamentable por desgracia es nuestro patrimonio industrial conservero, toda una historia de mano obrera femenina, trabajadoras de armas tomar que asumían unas funciones complementarias “a sus hombres” que las realizaban en la mar. Un sector que solo en Asturias a mediados del siglo pasado contaba en su censo con 105 fábricas, y que en la actualidad no llegan a la quincena. Aunque bien es cierto que ni en una época ni en otra todas elaboraban anchoas.
Un sector dinámico, pilar de la economía regional durante el primer tercio del siglo XX, con unos edificios singulares derribados por desgracia en su mayoría, salvo honradas excepciones y a los intentos de conservación que se realizan desde diferentes frentes, incluso desde la Administración regional. De ellos ocho están catalogados en el inventario del patrimonio histórico regional, aunque de algunos ellos solo alguno de sus elementos, Candás, Gijón, Muros del Nalón y San Juan de la Arena son los testigos mudos de estas joyas arquitectónicas.
Esta es la triste realidad y situación por al que pasa nuestro querido mar Cantábrico, sus pescadores y las industrias conserveras surgidas a su vera, y que entre otros padecemos los que disfrutamos de los manjares exquisitos con los que nos obsequian y que en muchas ocasiones no son valoradas gastronómicamente como bien se merecen. Esperemos no lamentar que ya sea demasiado tarde para cuando esto ocurra.

L. Javier del Valle. Septiembre 2009.

"Nunca se logra ningún beneficio sin perjudicar a otro". Michel Eyquem de la Montaigne (1533-1592) escritor y filósofo francés.

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